CERRAR EL AÑO: un ejercicio util de autoconocimiento

Aprovechemos para hacer de ello una oportunidad valiosa para reorganizar la experiencia y aprender de ella.

DESARROLLO PERSONAL

12/27/20252 min read

El cierre de un año calendario suele venir acompañado de listas de objetivos, balances rápidos y una cierta presión por “evaluar” lo vivido. Sin embargo, más allá de rituales sociales o simbólicos, cerrar un ciclo es, desde el punto de vista cognitivo, una oportunidad valiosa para reorganizar la experiencia y aprender de ella.

El valor cognitivo de cerrar ciclos

Nuestro cerebro no procesa la experiencia como una secuencia ordenada de eventos. La memoria es reconstructiva, es decir: selecciona, interpreta, omite y resignifica. Cuando no dedicamos tiempo a revisar lo vivido, muchas experiencias quedan como fragmentos sueltos, con aprendizajes implícitos que no llegan a consolidarse.

Es así como los procesos de valoración y balance nos permiten:

  • Integrar experiencias dispersas en narrativas coherentes.

  • Identificar patrones de pensamiento-emoción-acción.

  • Extraer aprendizajes transferibles a nuevas situaciones.

  • Liberar carga cognitiva asociada a asuntos “abiertos”.

Balance no es lo mismo que evaluación

Para muchas personas “hacer un balance” activa automáticamente una lógica de evaluación negativa: lo que no se logró, lo que faltó, lo que salió mal. Cognitivamente, este enfoque reduce el proceso a un juicio binario (si o no) y empobrece el aprendizaje.

Un balance útil se orienta más bien a preguntas como:

  • ¿Qué funcionó y en qué condiciones?

  • ¿Qué nuevas estrategias utilicé?

  • ¿Qué obstáculos vinieron del contexto y cuáles surgieron de mí mismo (actitudes, hábitos, sesgos)?

  • ¿Qué aprendí sobre cómo pienso, decido o me organizo?

Este tipo de preguntas activan procesos de pensamiento más complejos y menos defensivos y permiten su aplicación intencionada a futuro.

Por qué es especialmente relevante en personas con dislexia y TDAH

En personas con dislexia y/o TDAH, los cierres de ciclo suelen vivirse con una carga emocional añadida. La historia de errores, comparaciones, frustraciones o esfuerzos invisibles para los demás puede distorsionar la percepción global del año-ciclo (en este caso).

Es decir, algunas personas neurodivergentes tienen tendencia a recordar con más peso los fallos que los logros (aunque sean parciales) y muchas veces presentan una “fatiga cognitiva” acumulada que dificulta la reflexión espontánea.

Una manera distinta (nueva) de hacer un balance podría incluir:

  • Externalizar el pensamiento (ponerlo fuera de la cabeza).

  • Hacer visibles avances que no se miden solo en resultados finales.

  • Diferenciar entre dificultad, error y falta de capacidad.

  • Construir una autoimagen más ajustada y funcional (basada en la realidad y no solo en lo que sentimos)

La idea es convertirlo en un ejercicio emocional y un entrenamiento cognitivo que reconfigure nuestra autopercepción de un modo habilitante y reafirmante de cara al nuevo ciclo.

Pensar el año como material de aprendizaje

Entonces, cuando el balance se plantea como una herramienta para “pensar mejor”, el foco cambia. El año que termina se convierte en un banco de datos personales: experiencias reales, contextos concretos, decisiones tomadas, intentos buenos y fallidos y logros importantes que guían metas nuevas.

Este enfoque es especialmente potente para personas con perfiles neurodivergentes, porque permite pasar del “no soy capaz” al “¿en qué condiciones puedo funcionar mejor?”.

Cerrar el año, entonces, no es “clausurar” nada. Es más bien reorganizar la experiencia para empezar el siguiente ciclo con mayor claridad cognitiva, menos ruido interno y mejores herramientas de pensamiento.

¡Feliz cierre de ciclo! Y que el nuevo año que comienza este lleno de nuevas oportunidades de aprendizaje y autoconocimiento.