DIA DE LA DISLEXIA: de la visibilidad a la accion
Cada 8 de octubre el mundo se tiñe de rojo y azul para recordar algo que, en realidad, deberíamos tener presente todo el año: la dislexia no es un límite, tampoco una discapacidad, sino una forma distinta de procesar la información y, en muchos casos, de ver la vida y expresarse ante el mundo.
CONOCIENDO
10/9/20252 min read


Cada 8 de octubre el mundo se tiñe de rojo y azul para recordar algo que, en realidad, deberíamos tener presente todo el año: la dislexia no es un límite, tampoco una discapacidad, sino una forma distinta de procesar la información y, en muchos casos, de ver la vida y expresarse ante el mundo. Una diferencia que, durante mucho tiempo, fue malinterpretada, subestimada o directamente invisibilizada.
Hoy, por suerte, hablamos más. Las escuelas comienzan a adaptar sus metodologías, las universidades reconocen la necesidad de apoyos específicos, y las empresas -algunas, no todas- descubren que la diversidad cognitiva es una fuente de innovación, no un obstáculo. La visibilización ha cambiado muchas cosas, y eso es motivo de celebración.
Pero… ¿es suficiente?
Lo que hemos avanzado
Hace apenas dos décadas, la dislexia era un tema casi tabú. Muchos niños y adultos crecieron pensando que “no servían para estudiar” o que “eran vagos”, cuando en realidad su cerebro solo necesitaba que el entorno entendiera cómo aprende.
Hoy hay diagnósticos más tempranos, recursos pedagógicos accesibles, programas de lectura adaptada y una comunidad activa que comparte conocimiento y experiencias.
El cambio más profundo, sin embargo, ha sido cultural: cada vez más familias, docentes y profesionales cuestionan el “modelo único” de aprender, leer o escribir. Y en esa grieta se desvela la posibilidad de una educación con una mirada mas abierta y flexible en los métodos, sin resignar las metas y los objetivos.
Lo que aún falta
La visibilidad no siempre se traduce en comprensión real. Todavía existen centros educativos que confunden “adaptar” con “rebajar expectativas”, sistemas de evaluación que penalizan la diferencia, y entornos laborales poco preparados para la neuro diversidad.
Y también, dentro de las propias personas con dislexia, persisten huellas de autocrítica, miedo o baja autoestima fruto de años de incomprensión. El estigma tarda más en irse que la ignorancia, lamentablemente.
Entonces… ¿Qué podemos hacer?
La dislexia no necesita solo héroes que ayuden a visibilizar y unas redes sociales que apoyen. También necesita acciones cotidianas con mirada amplia y compromiso sostenido (y en eso todos podemos hacer nuestro aporte):
Si eres docente, deja espacio para distintas formas de demostrar lo que se sabe. Evalúa ideas, no solo ortografía.
Si eres padre o madre, evita sobreproteger o exigir desde el miedo. Ayuda a tu hijo a conocerse y a encontrar sus estrategias.
Si eres profesional o compañero de trabajo, recuerda que no todo el talento se expresa en un texto sin errores.
Si tienes dislexia, celebra lo que has construido, incluso cuando nadie lo veía. Tu historia también cambia el relato colectivo.
De la empatía a la transformación
Visibilizar fue el primer paso. El siguiente es transformar la cultura: pasar de entender la dislexia como un “problema que hay que compensar” a verla como parte de la riqueza humana que necesitamos integrar.
Porque el verdadero cambio llegará cuando ser diferente no implique tener que explicarlo todo el tiempo...¿no es acaso lo mas común ser diferente? Y también aplica, y especialmente, para la dislexia.
¡Sigamos andando, conversando y accionando!