DISLEXIA Y VELOCIDAD DE PROCESAMIENTO
¿Alguna vez te han dicho que lees “lento” o que te cuesta seguir el ritmo de una conversación rápida? Eso puede tener que ver con la velocidad de procesamiento: la rapidez con la que tu cerebro recibe, interpreta y responde a la información.
9/29/20252 min read


DISLEXIA Y VELOCIDAD DE PROCESAMIENTO
Uno de los conceptos que más confusión genera cuando hablamos de dislexia es el de velocidad de procesamiento. Suena técnico, pero en realidad se trata de algo muy cotidiano: la rapidez con la que nuestro cerebro recibe interpreta y responde a la información.
En la vida diaria lo notamos en cosas tan simples como:
seguir una conversación cuando alguien habla rápido,
leer un texto y comprenderlo en tiempo real,
copiar información mientras escuchamos instrucciones,
reaccionar a señales del entorno (un timbre, una pregunta, una alerta).
En las personas con dislexia, la velocidad de procesamiento suele ser más lenta o variable. Esto no significa que “piensen menos” o que “sean menos capaces”. Significa que necesitan más tiempo para dar sentido a la información, porque su cerebro procesa las palabras y los símbolos de forma distinta.
¿Por qué está afectada en la dislexia?
La investigación muestra que la dislexia no es solo un “problema de lectura”, sino una diferencia neurológica en cómo se procesa la información. El cerebro necesita más pasos para decodificar lo escrito, y eso ralentiza la cadena completa: reconocer la palabra, conectar con su significado y responder.
Imagina que todos vamos en bicicleta. La mayoría tiene una bici de 6 marchas, pero la persona con dislexia va con una bici de 3 marchas: avanza, llega al destino, pero a un ritmo distinto. No es peor ni mejor, simplemente distinto.
Estrategias y técnicas que ayudan
La buena noticia es que la velocidad de procesamiento se puede entrenar y compensar. Algunas herramientas útiles que han demostrado impacto son:
Ejercitar la fluidez: leer en voz alta fragmentos cortos, practicar con materiales funcionales (correos, artículos breves) o incluso usar karaoke de lectura puede aumentar ritmo y confianza.
Uso del tiempo como aliado: planificar tareas que impliquen lectura o escritura con margen extra evita el estrés. La clave es anticipar que se necesitará más tiempo y no verlo como un fallo, sino como una adaptación estratégica.
Dividir la información: trabajar con bloques más pequeños (listas, esquemas, resúmenes visuales) en lugar de largos párrafos o instrucciones extensas.
Tecnología de apoyo: aplicaciones que leen el texto en voz alta, correctores inteligentes o programas que permiten ajustar la velocidad de lectura.
Técnicas de “doble canal”: combinar estímulos visuales y auditivos (leer y escuchar a la vez, usar subtítulos, mapas mentales con audio).
Fortalecer el léxico frecuente: practicar la lectura de palabras y frases comunes ayuda a que el reconocimiento se vuelva más automático.
Pausas estratégicas: no intentar procesar todo de golpe, sino incorporar descansos breves para consolidar la información.
Reforzar la memoria de trabajo: juegos cognitivos, aplicaciones de entrenamiento mental o incluso actividades como aprender coreografías o tocar un instrumento fortalecen la agilidad para manejar información en tiempo real.
Práctica deliberada: ejercicios cortos y frecuentes de lectura, escritura o cálculo que vayan aumentando progresivamente en dificultad.
Reflexión final:
Tener una velocidad de procesamiento diferente es una característica más, no una limitación en sí misma. Con autoconocimiento, apoyos adecuados y estrategias bien elegidas, muchas personas con dislexia adulta logran leer con fluidez, organizarse mejor y ganar confianza en su vida personal y profesional.