LA DISLEXIA Y LA GESTION DEL TIEMPO
Si tienes dislexia, es muy probable que reconozcas esta sensación: sabes lo que tienes que hacer, pero el tiempo se te “escapa”, las cosas tardan más de lo previsto o llegas a la noche con la lista con un montón de pendientes. No es falta de ganas ni solo desorden: es que el tiempo es un concepto abstracto para una persona con dislexia.
DESARROLLO PERSONAL
10/17/20253 min read


Cómo influye la dislexia en la gestión del tiempo y la organización
Si tienes dislexia, es muy probable que reconozcas esta sensación: sabes lo que tienes que hacer, pero el tiempo se te “escapa”, las cosas tardan más de lo previsto o llegas a la noche con la lista con un montón de pendientes. No es falta de ganas ni solo desorden: es que el tiempo es un concepto abstracto para una persona con dislexia.
Vamos a verlo con calma…
¿Por qué la gestión del tiempo es especialmente difícil en la dislexia?
Piensa en varias piezas de un mecanismo que tienen que encajar para que tu percepción del tiempo y tus acciones funcionen coordinadamente. En la dislexia, algunas de esas piezas suelen fallar o trabajar de forma distinta:
Memoria de trabajo reducida: es la mesa donde sostienes lo que estás haciendo ahora. Si se llena, se te olvida lo siguiente o pierdes el hilo.
Dificultad para secuenciar: planificar pasos y ponerlos en orden cuesta más; por eso una tarea parece “más corta” o “más larga” de lo que realmente es.
Percepción diferente del paso del tiempo: algunas tareas “se estiran” (parecen eternas) y otras pasan volando (te sorprendes de cuánto falta).
Velocidad de procesamiento: hacer varias cosas a la vez o cambiar de tarea consume energía extra y distorsiona tus estimaciones.
Resultado: subestimas cuánto tardan las subtareas y te frustras. Y eso, con el tiempo, eso puede afectar tu autoestima y tu autoeficacia.
Cuando el problema se vuelve importante (y cómo gestionarlo)
Es fácil que el entorno pueda etiquetarte como una persona: “desorganizada”, “despistada”, “que no te esfuerzas” y demás. El riesgo es que puedas terminar creyéndotelo. Por eso es vital separar la tarea de la persona.
Frases útiles para cambiar el chip:
En vez de “soy un desastre”, prueba: “tengo dificultades con la estimación del tiempo; necesito herramientas.”
En vez de “no sirvo para esto”, prueba: “necesito otra forma de organizarme que funcione conmigo.”
Una buena afirmación de cambio seria: "Soy consciente que me cuesta gestionar mi tiempo". Hacer consciente el problema facilita una visión realista y la búsqueda de soluciones más acertadas.
Estrategias prácticas:
1) Divide en pasos muy pequeños (y cronómetro)
Cuando una tarea te abrume, divídela en micro tareas y estima el tiempo que conlleva cada una:
Ejemplo: “Preparar un informe” : buscar datos (30 min), hacer esquema (20 min), redactar primer borrador (40 min), revisar (20 min).
Pon un temporizador para cada bloque. Trabaja en sprint de 20–30 minutos y descansa 5–10.
Por qué funciona: reduces la carga en la memoria de trabajo y aprendes a ver cuánto tarda cada paso.
2) Visualiza el tiempo
Usa relojes analógicos, timers grandes o apps con barra de progreso.
Ver cómo pasa el tiempo te ayuda a calibrar mejor tus estimaciones.
3) Rutinas y “plantillas”
Crea rutinas repetibles (mañana, tarde, antes de dormir). Haz plantillas para tareas recurrentes (Google forms, tablas, excels…O una pizarra o libretita, si prefieres el formato físico)
Por qué: reduces decisiones y la inercia de los comienzos.
4) Apoyos externos estratégicos
Calendario con colores, alarmas, notas visibles, listas físicas frente a la pantalla. No confíes sólo en la memoria: externaliza, especialmente lo mas importante.
5) Revisa y ajusta
Al acabar una tarea, anota: “¿Cuánto pensé que tardaría?” vs “¿Cuánto tardó realmente?”
Con el tiempo, esas anotaciones mejoran tus estimaciones y también enfocan tu cerebro en la mejora progresiva continua.
6) Agrupa tareas similares
Si puedes, haz tareas del mismo tipo en bloque (leer 30 min, luego escribir 30 min). Cambiar de tipo de tarea consume mucha energía.
7) Crea rutinas predecibles.
Tener estructuras fijas (hora de inicio, orden de tareas, checklist visual) libera recursos mentales para lo importante.
8) Plan realista + margen extra:
Multiplica por 1.3 o 1.5 el tiempo que crees que vas a necesitar. Mejor llegar antes que justo a tiempo (o tarde).
Mini-ejercicio de 10 minutos (hazlo ahora)
Elige una tarea que debas hacer hoy.
Escríbela en pasos (3–6 micro tareas).
Asigna un tiempo realista a cada paso (sé generoso).
Pon un temporizador y haz el primer bloque.
Al terminar, anota cuánto tardaste.
Repite 3 veces en la semana. Al cabo de 2 semanas verás patrones reales sobre cuánto tardas (por lo general, solo por el hecho de observarlo y registrarlo, ya veras algunas mejoras)
Reflexión final:
Gestionar el tiempo no se trata solo de ser puntual o productivo. Se trata de entender cómo funciona tu mente y aprender a acompañarla en lugar de pelear con ella.
Cuando descubres qué te cuesta y por qué, el reloj deja de ser un enemigo. Se convierte en una herramienta que puedes adaptar a tu ritmo, a tu forma de pensar y a tu manera única de manejarte en la marea cotidiana.
Y ahí ocurre algo poderoso: dejas de compararte con los demás y empiezas a diseñar tus propias estrategias para avanzar, a tu manera, e ir ganando en autoconfianza y autoeficacia.
¿Te atreves a empezar, asumiendo un pequeño reto el día de hoy?